domingo, 18 de diciembre de 2011

Crisis For Dummies - Parte 1 (Desempleo)

No os podéis imaginar la cantidad de veces que he empezado a escribir esta entrada, y, cuando llevaba un par de páginas, he visto que no se parecía en nada a lo que quería conseguir: a saber, algo corto y sencillo de entender. Si escribiera en papel y esto fuera una película, sería ese momento típico en el que ojeroso escritor sin inspiración se estira de los pelos, hace una bola con el papel que estaba escribiendo y lo tira a una papelera ya rebosante. Pero escribo con el ordenador, y no están las pantallas planas como para ir arrugándolas y tirándolas por ahí.

Afortunadamente, al final me he dado cuenta de mi error: no se puede explicar “la crisis” como un todo porque al fin y al cabo “la crisis” es un concepto compuesto y multiforme. Realmente, en este momento tenemos una serie de factores que percibimos como negativos, y, a todo es conjunto de factores, le llamamos “crisis”. Pero no se puede entender la crisis si no se entiende cada uno de los factores que la componen por separado.

Por eso, en vez de explicar la crisis “tal cual”, voy a hacer varias explicaciones, una por factor, y hoy en este post voy a empezar uno bastante gordo, que es el DESEMPLEO.

Empecemos ¿Cómo funciona el empleo?

Básicamente podemos distinguir dos ramas principales:

1) Autoempleo. Requiere que el trabajador posea los recursos (un campo, una selva, un huerto, un trozo de mar) y los medios (un tractor, una cerbatana, una azada, una red)

2) Trabajo para otros. Alguien tiene dinero, recursos y medios y quiere tu trabajo. Tú quieres dinero y estás dispuesto a trabajar para conseguirlo. Como es algo que beneficia a ambos, se firma un pacto (contrato) entre caballeros para que cada cual salga beneficiado del intercambio.

Hace apenas unos miles de años, la modalidad más extendida era la primera. La humanidad era escasa y los recursos en proporción abundantes, por lo que todo el mundo podía tener su selva, su huerto, su campo o su trozo de mar, y los medios eran sencillos y uno mismo se los podía fabricar. La propiedad existía, pero no como la entendemos ahora. El pescador podía decir que su trozo de mar era suyo, pero ¿Cómo lo había obtenido?

Pues con su trabajo. El hecho de estar ocupando ese nicho es el que le da derecho a él. A este pescador jamás se le ocurriría decir que el trozo de mar de al lado, en el que jamás faena, es suyo ¿para qué lo iba a querer, sino podía trabajarlo?

Por supuesto, este sistema tan idílico y pastoril dejó de funcionar hace mucho, cuando los seres humanos pasaron de unos pocos cientos de miles a varios miles de millones, y ya no podemos volver a él por mucho que nos pese.

Por supuesto, sigue habiendo autoempleo (mi recurso es mi local y mi medio este señor que me suministra palets de naranjas), pero ha pasado a ser minoritario, debido precisamente a que el ser humano medio no es poseedor del recurso.

Por motivos que no vamos a analizar ahora, resulta que una pequeñísima parte de la población es poseedora la mayor parte de la riqueza y de los recursos. Por supuesto, son incapaces de aprovechar estos recursos por sí mismos (imagínate a la duquesa de Alba labrando ella misma todos los campos que tiene), así que contratan mano de obra.

¿Lo hacen por bondad? No, la riqueza producida se la queda el propietario, no el trabajador. La compensación del trabajador no es aquello que produce sino un salario pactado de antemano. Los recursos y los medios después del proceso también siguen perteneciendo al actual propietario. El salario por supuesto es MENOS que el rendimiento del trabajo, o de lo contrario el propietario no tendría ningún aliciente para contratar.

El que haya ricos y pobres puede parecer injusto (y lo es), pero bueno, es una consecuencia inevitable del capitalismo. Al fin y el cabo el capitalismo solo funciona cuando existen acumulaciones de capital, y una distribución equitativa es justo lo contrario a una acumulación. No estoy diciendo que el capitalismo sea un mal sistema, comparado con otros, pero para que funcione, para que sea algo viable y aceptado por la mayoría de la población, los ricos, los que tienen en posesión los recursos productivos, sean individuos, empresa, estado o banca, tienen que poner su parte: la injusticia intrínseca del reparto en el capitalismo se tolera siempre y cuando estos propietarios generen riqueza, aparte de para sí mismos, para los demás. Cuando ese pacto no escrito se rompe, es cuando la gente sale a la calle con las hoces o con los cócteles Molotov (según la época).

¿Qué ha pasado últimamente?

Pues que esta gente no ha hecho sus deberes. No se ha invertido en generar riqueza, puesto que el mundo, en los años 80, cambió. Con las políticas de Reagan y Thatcher se impuso el neoliberalismo en la economía y se desregularizaron las finanzas (que se habían regularizado a consecuencia de la Gran Depresión). La consecuencia de esta desregularización fue que (de nuevo) daba más rendimiento especular que invertir.

Es decir, puedo ganar más dinero con mi dinero comprando tal o cual bien, derecho o bono fiducitario que invirtiéndolo en una empresa. Esta desregulación no sólo entrampó a los ricos, sino a casi todo el mundo.

Al fin y al cabo todo el mundo posee determinado capital, mucho o poco, y por supuesto todo el mundo quiere verlo aumentado. ¿Qué hacer con este capital? Evidentemente invertirlo en aquello que te de mayor interés y con mayores garantías. La desregulación provocó que el mayor interés lo dieran inversiones no productivas, es decir, especulativas.

Puedo comprar un caramelo a 5 céntimos, un palo de plástico a 2 céntimos, juntarlos y vender un chupa-chup a 10 céntimos, con un rendimiento de 2 céntimos netos por cada 8 invertidos, pues el coste de juntar caramelo con palo es un céntimo por unidad.

Pero, gracias a la burbuja inmobiliaria, una cosa mucho mejor que puedo hacer es comprar una casa que ahora vale 100.000 euros y que el año que viene venderé por 200.000, con un beneficio neto de 100.000 euros. Sin hacer nada. Para ganar 100.000 euros produciendo chupa-chups tendría que haber fabricado y vendido 5 millones de unidades, a partir una inversión de 40 millones de euros y no de 100.000 como en al caso de la casa.

Lo lógico es apostar por la inversión más rentable. El problema es que el señor que se ganaba un céntimo por cada chupa-chup que montaba, deja de ser necesario.

Especuló el rico con su dinero, especuló el pobre pidiendo dinero prestado al banco, y especuló hasta el apuntador. Ahora nos quieren hacer sentir culpables a todos de haber usado el dinero en actividades que sólo movían el dinero pero que no generaban ninguna riqueza. Pero eso es un pelín hipócrita. Si quitas las multas de tráfico luego no te quejes de que ha aumentado el número de accidentes, ni culpes únicamente a los conductores inconscientes: el señor que quitó las multas de tráfico es el responsable de esa situación. No de los accidentes individuales, pero sí de su aumento.

Primero fue la burbuja de las punto com. Luego la burbuja inmobiliaria. Ahora está de moda la especulación criminal con la deuda soberana de los países. Todos los indicadores apuntan que lo siguiente será especular con los productos alimenticios básicos. La cuestión está en que las leyes internacionales están orientadas a que en un momento dado siempre exista un mercado de especulación cuyo rendimiento sea superior al rendimiento productivo tradicional.

Los números no mienten: los ricos, tras estos años de crisis, son más ricos que antes, y los pobres son más pobres.

Por supuesto, el desempleo aumenta. No pasa nada: el recetario neoliberal tiene su “solución” para este problema. Como invertir en producción es menos rentable que especular, hay que hacer que invertir en producción sea más rentable ¿Cómo? Bajando los costes de producción y reduciendo los impuestos a quien se dedique a ello.¿Y eso como se consigue? Pues la manera más rápida y efectiva es pagar menos a la mano de obra que produce. Y eso es lo que se está haciendo: la crisis en el empleo se intenta atajar con reformas laborales que implican para el empresario un menor coste de producción.

Una vez implantadas esas “reformas”, entonces los “mercados” (es decir, los inversores) pueden volver a “confiar”, es decir, pueden volver a invertir en crear puestos de trabajo puesto que ya les sale tan rentable como desean. Si no, no “confían”, y siguen invirtiendo en otras cosas.

Por supuesto, existe otra solución, pero que curiosamente no es mencionada por ningún líder político mayoritario. Y que consiste, lógicamente, en reducir los beneficios que se pueden obtener por inversiones no productivas. Reducir y limitar por ley los beneficios de la especulación. Es necesario, es más, es vital, volver a regular los mercados financieros. De esa manera lo más rentable volvería a ser la producción, y se volverían a crear puestos de trabajo. Dicho de otra manera: hemos de volver a conseguir que los ricos sirvan de algo.

¿Por qué no se hace esto, y, de hecho, ni se plantea? Por un lado, está lo evidente: el político prefiere beneficiar a quien le puede devolver el favor, y esos no son los pobres, que sólo le pueden devolver la gratitud, pero no un puesto millonario de asesor. Por otro lado, hagamos un esfuerzo (supremo) e imaginémonos un político no corrupto que opta por la solución de penalizar la especulación (p.ej. poniendo impuestos muy altos en las transacciones especulativas). El problema con esto es que el político sólo tiene jurisdicción en su país, pero los mercados tienen todo el mundo para especular. Así que especulan en otro lado, y arreglado. Bienvenidos a la globalización.

La razón fundamental, la más básica, para el desempleo es esta que he expuesto aquí: LA MAYOR RENTABILIDAD DE LAS INVERSIONES ESPECULATIVAS FRENTE A LAS QUE GENERAN EMPLEO. Sin embargo, existen otras circunstancias que también agudizan el problema, pero como me he comprometido a abordar cada aspecto de la crisis por separado, las voy a mencionar sólo de pasada, y quizá, en un futuro cercano, las aborde con más detalle:

Factores Adicionales:

1) Pinchazo de la Burbuja Inmobiliaria: El impacto en el sector de la construcción de este pinchazo tuvo evidentemente un efecto directo sobre el desempleo, al dejar de necesitarse mano de obra para la construcción de viviendas.

2) Crisis de la Deuda Soberana: Los países se deben dinero unos a otros. El hecho de que estemos en un estado de recesión económica hace que los acreedores se pongan nerviosos porque temen que sus deudores no cumplan con los plazos de pago. Debido a ello, los países acreedores fuerzan a los países deudores a implantar políticas de “austeridad”, es decir, reducción a corto plazo del gasto público para garantizar unos ahorros que a su vez garanticen la devolución del préstamo (Grecia sigue siendo el ejemplo más extremo). La reducción de gasto público, por desgracia, tiene el efecto inmediato de generar más desempleo. La “austeridad” y la creación de empleo son tareas antagónicas.

3) Crisis de Liquidez: Los bancos también se prestan dinero unos a otros, e invierten en diferentes campos para obtener rentabilidad de su capital. En la época de bonanza que precedió a la crisis, invertir el dinero era tan rentable y seguro que los bancos llegaron a niveles de apalancamiento insostenibles. Traducido al lenguaje normal, significaba que la proporción entre capital de riesgo y capital de reserva aumentó hasta niveles extremadamente imprudentes. Por ejemplo, algunos bancos alemanes llegaron a tener, por cada 35 euros de capital propio, 1 euro real y 34 euros “virtuales”, de futuros beneficios previstos, pero que a todas luces se contabilizaban como capital “de verdad” (Véase el cuento de la lechera). El problema de estar muy apalancado es la extrema fragilidad que se tiene ante el más mínimo contratiempo. Basta con que un acreedor se retrase mínimamente en el plazo de un pago para que el banco se encuentre con que no tiene suficiente dinero “de verdad” para afrontar sus pagos inmediatos. Al deberse dinero unos bancos a otros y al estar todos tremendamente apalancados, el retraso en el cobro de uno se acaba convirtiendo en el retraso en el cobro de otro y, por efecto dominó, en el colapso de todo el sistema.

Bueno, en realidad lo que queremos ver es como afecta la crisis bancaria al empleo, pero he considerado interesante hacer una pequeña introducción al origen de este problema. Conclusión de todo esto: los bancos no tienen dinero ahora mismo para conceder créditos y/o son muy reacios a concederlos. Ello significa que la falta de liquidez se transmite a toda la sociedad, que por desgracia a llegado a depender totalmente de ellos. ¿Cómo afecta esto al empleo? P.ej. muchas empresas obtienen sus beneficios por la venta de sus productos con un desfase importante entre el momento de la inversión en la producción y el momento del cobro. Sin embargo, sus empleados deben cobrar todos los meses, los alquileres hay que pagarlos puntualmente y a los proveedores también. Los bancos muchas veces han hecho de puente adelantando el dinero que más tarde cobrará a la empresa para que esta pueda afrontar sus pagos. Sin esta ayuda, una empresa que por hasta ahora era solvente puede pasar rápidamente a una empresa en suspensión de pagos. Más ejemplos: Sin liquidez, tampoco se conceden préstamos para gente que quiere montar nuevas empresas. Sin liquidez, tampoco hay préstamos para afrontar compras de viviendas, coches y otros bienes de elevado coste, y al disminuir la venta de estos bienes, las empresas que los producen también son afectadas.

4) Reducción del Estado de Bienestar: la recesión implica para el estado menos ingresos vía impuestos. Por ello se ven obligados a elegir una de estas 3 opciones: a) Solicitar algún tipo de préstamo (deuda soberana, vendida a otros países o a los propios ciudadanos, ver punto 2) b) Aumentar los impuestos ó c) Reducir los servicios públicos, lo cual conlleva menos empleo público, opción que parece la preferida en estos momentos.

¿Cómo se puede atajar el desempleo?

Yo haría lo siguiente:

I) Penalizar la especulación y regularizar el mercado financiero

II) Anular las relaciones comerciales con los países que no tengan su mercado financiero regulado, con prohibición a los súbditos de mi país de invertir en estos países.

III) Aumentar los impuestos

IV) Aumentar el gasto público (por mucho que graznen los políticos, España invierte en esto menos que la gran mayoría de países civilizados)

Es decir, lo contrario de lo que se está haciendo. Y es que, a mi humilde entender, el desempleo NO ES UNA PRIORIDAD para nuestros políticos, aunque, por supuesto, eso no nos lo dirán nunca a la cara.

Seguiremos con estos temas en próximos capítulos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿De verdad sabes lo que crees que sabes? Parte II

Uno de los mitos urbanos más persistentes es el que dice que “sólo” usamos el 10% del cerebro.

En cierta manera retorcida, podría considerarse cierto, pero no lo es en absoluto de la manera como se suele interpretar, o lo que parece deducirse de esta afirmación. Dicho en otras palabras, y aunque la inteligencia sí se puede entrenar y mejorar mediante práctica y ejercicios adecuados, es mentira que tengamos un 90% del cerebro sin usar, o que tengamos el potencial de aumentar por diez nuestro rendimiento mental “simplemente” accediendo a esas zonas “latentes” de nuestro cerebro.

He dicho que, en cierta manera retorcida, esta afirmación podría considerarse cierta. Veamos por qué digo esto.

El cerebro funciona de una manera parecida un microprocesador (normalmente se dice que se comporta como un ordenador, pero el símil con un microprocesador es más preciso. El microprocesador es realmente el “cerebro” del ordenador). A pesar de enormes diferencias de material y diseño, tanto el cerebro como el microprocesador tienen la función de procesar información. Y como vamos a ver a continuación, procesar información no es como tirar de un carro.

Para lograr su objetivo, ambos sistemas disgregan la información de manera que determinadas subunidades puedan procesar estos pedacitos de información resultantes. Estas subunidades son las neuronas en el cerebro y las puertas lógicas en el microprocesador. (Si lo preferís, en vez de en puertas lógicas, pensad en transistores. No es lo mismo pero quizá lo visualicéis mejor).

Las puertas lógicas de un microprocesador no funcionan nunca todas a la vez. Se activan unas u otras en función de los datos de entrada. Diferentes datos de entrada deben originar diferentes datos de salida; pero una activación simultánea de todas las puertas lógicas de un microprocesador sólo puede dar como resultado una única salida, correspondiente al único estado que se correspondería con la “activación total” (en un microprocesador, una “activación total” suele corresponderse también al estado en el que el procesador pasa a convertirse en una brasa incandescente).

De la misma manera, no todas las neuronas del cerebro se activan simultáneamente en un funcionamiento “normal”. En un momento dado, aproximadamente entre un 8% y un 15% de las neuronas del cerebro están activas (y quizá esto sea el origen del mito), pero evidentemente no son siempre las mismas. Y, también es importante esto, no hay neuronas que no se activen nunca (la que no se activan nunca, son destruidas). Es la activación diferencial, en el tiempo y en el espacio, de las diferentes neuronas, la que puede generar todo el abanico de innumerables estados mentales diferentes que podemos poseer.

Como ejemplo más gráfico, pensemos en cómo se codifica la información binaria. La secuencia “10000001” en binario codifica el número decimal 129 (o el carácter número 129 de una tabla de caracteres estándar, o cualquier otra cosa, pero la cuestión aquí es que codifica algo). Para implementar esta información en un sistema eléctrico, podríamos disponer, por ejemplo, de 8 bombillas dispuestas en fila, de las que estarían encendidas la primera y la última, estando apagadas las demás. Esta disposición de bombillas representaría el dato que hemos mencionado. Apagando y encendiendo diferentes bombillas podemos representar datos diferentes. (No es algo tan marciano: la escritura, una manera más humana de codificar información, no deja de ser una combinación de trazos que pueden estar o no estar: piensa en la pantalla LED de tu vieja calculadora o reloj digital: los números están formados por bombillitas encendidas y apagadas)

Algún avispado podría conjeturar con lo que pasaría si todas las bombillas estuvieran encendidas a la vez. En este ejemplo concreto, lo único que pasaría es que estaríamos codificando otro número o dato, (o nada) pero lo que de ninguna manera estaríamos haciendo sería incrementar la capacidad que tienen 8 bombillas con dos estados de representar un máximo de 256 configuraciones diferentes.

De hecho, si mantenemos siempre las 8 bombillas encendidas, estaremos representando siempre exactamente el mismo dato. Es la disposición de los encendidos y los apagados lo que dota a esta configuración de bombillas de significado.

Dicho de otra manera: las neuronas, las bombillas, las puertas lógicas o las direcciones de memoria RAM no son “motores” cuya “fuerza” se combine para elaborar una gran “fuerza de computación” total. Es la organización lo que dota a todo el conjunto de sintaxis. Es lo que se denomina una característica emergente (y a punto he estado de decir “sinérgica”, pero no sería correcto: la característica emergente no es que sea mayor que la suma de las partes, sino que sencillamente es diferente y no comparable). Dicho de otra manera: el cerebro piensa, la neurona no.

La analogía es burda pero es la mejor que se me ha ocurrido que no conlleva repetir como un loro los argumentos que se pueden encontrar en cualquier parte, como por ejemplo en wikipedia. Si mi argumento no os ha convencido, los de esa página lo harán.

Sí es importante recalcar que las personas más inteligentes no usan más partes del cerebro que las menos inteligentes. Al contrario, USAN MENOS. Un cerebro más inteligente no es un cerebro más “activado”, sino un cerebro más eficiente.

Podemos hacer una analogía cambiando inteligencia por fuerza. Una persona fuerte puede levantar un peso usando sólo un brazo, mientras que una persona más débil posiblemente tenga que usar los dos.

A pesar de que el mito en sí sea una tontería (¿Quién en su sano juicio creería a una persona que fuera predicando por ahí que sólo usamos el 10% de nuestro hígado?) su prevalencia da que pensar. Supongo que es porque la idea de poseer un “potencial oculto” es demasiado atractiva para el ego humano como para rechazarla mediante la razón.

Por cierto ¿Sabes qué ocurre cuando en el cerebro se activan todas las partes simultáneamente, cuando todas las neuronas disparan a la vez?

Antiguamente se lo llamaba posesión diabólica, pero hoy en día se llama ataque epiléptico.