Uno de los mitos urbanos más persistentes es el que dice que “sólo” usamos el 10% del cerebro.
En cierta manera retorcida, podría considerarse cierto, pero no lo es en absoluto de la manera como se suele interpretar, o lo que parece deducirse de esta afirmación. Dicho en otras palabras, y aunque la inteligencia sí se puede entrenar y mejorar mediante práctica y ejercicios adecuados, es mentira que tengamos un 90% del cerebro sin usar, o que tengamos el potencial de aumentar por diez nuestro rendimiento mental “simplemente” accediendo a esas zonas “latentes” de nuestro cerebro.
He dicho que, en cierta manera retorcida, esta afirmación podría considerarse cierta. Veamos por qué digo esto.
El cerebro funciona de una manera parecida un microprocesador (normalmente se dice que se comporta como un ordenador, pero el símil con un microprocesador es más preciso. El microprocesador es realmente el “cerebro” del ordenador). A pesar de enormes diferencias de material y diseño, tanto el cerebro como el microprocesador tienen la función de procesar información. Y como vamos a ver a continuación, procesar información no es como tirar de un carro.
Para lograr su objetivo, ambos sistemas disgregan la información de manera que determinadas subunidades puedan procesar estos pedacitos de información resultantes. Estas subunidades son las neuronas en el cerebro y las puertas lógicas en el microprocesador. (Si lo preferís, en vez de en puertas lógicas, pensad en transistores. No es lo mismo pero quizá lo visualicéis mejor).
Las puertas lógicas de un microprocesador no funcionan nunca todas a la vez. Se activan unas u otras en función de los datos de entrada. Diferentes datos de entrada deben originar diferentes datos de salida; pero una activación simultánea de todas las puertas lógicas de un microprocesador sólo puede dar como resultado una única salida, correspondiente al único estado que se correspondería con la “activación total” (en un microprocesador, una “activación total” suele corresponderse también al estado en el que el procesador pasa a convertirse en una brasa incandescente).
De la misma manera, no todas las neuronas del cerebro se activan simultáneamente en un funcionamiento “normal”. En un momento dado, aproximadamente entre un 8% y un 15% de las neuronas del cerebro están activas (y quizá esto sea el origen del mito), pero evidentemente no son siempre las mismas. Y, también es importante esto, no hay neuronas que no se activen nunca (la que no se activan nunca, son destruidas). Es la activación diferencial, en el tiempo y en el espacio, de las diferentes neuronas, la que puede generar todo el abanico de innumerables estados mentales diferentes que podemos poseer.
Como ejemplo más gráfico, pensemos en cómo se codifica la información binaria. La secuencia “10000001” en binario codifica el número decimal 129 (o el carácter número 129 de una tabla de caracteres estándar, o cualquier otra cosa, pero la cuestión aquí es que codifica algo). Para implementar esta información en un sistema eléctrico, podríamos disponer, por ejemplo, de 8 bombillas dispuestas en fila, de las que estarían encendidas la primera y la última, estando apagadas las demás. Esta disposición de bombillas representaría el dato que hemos mencionado. Apagando y encendiendo diferentes bombillas podemos representar datos diferentes. (No es algo tan marciano: la escritura, una manera más humana de codificar información, no deja de ser una combinación de trazos que pueden estar o no estar: piensa en la pantalla LED de tu vieja calculadora o reloj digital: los números están formados por bombillitas encendidas y apagadas)
Algún avispado podría conjeturar con lo que pasaría si todas las bombillas estuvieran encendidas a la vez. En este ejemplo concreto, lo único que pasaría es que estaríamos codificando otro número o dato, (o nada) pero lo que de ninguna manera estaríamos haciendo sería incrementar la capacidad que tienen 8 bombillas con dos estados de representar un máximo de 256 configuraciones diferentes.
De hecho, si mantenemos siempre las 8 bombillas encendidas, estaremos representando siempre exactamente el mismo dato. Es la disposición de los encendidos y los apagados lo que dota a esta configuración de bombillas de significado.
Dicho de otra manera: las neuronas, las bombillas, las puertas lógicas o las direcciones de memoria RAM no son “motores” cuya “fuerza” se combine para elaborar una gran “fuerza de computación” total. Es la organización lo que dota a todo el conjunto de sintaxis. Es lo que se denomina una característica emergente (y a punto he estado de decir “sinérgica”, pero no sería correcto: la característica emergente no es que sea mayor que la suma de las partes, sino que sencillamente es diferente y no comparable). Dicho de otra manera: el cerebro piensa, la neurona no.
La analogía es burda pero es la mejor que se me ha ocurrido que no conlleva repetir como un loro los argumentos que se pueden encontrar en cualquier parte, como por ejemplo en wikipedia. Si mi argumento no os ha convencido, los de esa página lo harán.
Sí es importante recalcar que las personas más inteligentes no usan más partes del cerebro que las menos inteligentes. Al contrario, USAN MENOS. Un cerebro más inteligente no es un cerebro más “activado”, sino un cerebro más eficiente.
Podemos hacer una analogía cambiando inteligencia por fuerza. Una persona fuerte puede levantar un peso usando sólo un brazo, mientras que una persona más débil posiblemente tenga que usar los dos.
A pesar de que el mito en sí sea una tontería (¿Quién en su sano juicio creería a una persona que fuera predicando por ahí que sólo usamos el 10% de nuestro hígado?) su prevalencia da que pensar. Supongo que es porque la idea de poseer un “potencial oculto” es demasiado atractiva para el ego humano como para rechazarla mediante la razón.
Por cierto ¿Sabes qué ocurre cuando en el cerebro se activan todas las partes simultáneamente, cuando todas las neuronas disparan a la vez?
Antiguamente se lo llamaba posesión diabólica, pero hoy en día se llama ataque epiléptico.
1 comentario:
Una entrada preciosa, realmente bonita.
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