Hace nada estaba yo leyendo esta noticia: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/incertidumbre/perjudicial/salud/elpepusoc/20110602elpepisoc_1/Tes
Nada interesante... un nuevo estudio para ver si hay alguna correlación entre el uso del móvil y el cáncer. En este caso se trata de un metaanálisis, lo que significa que no han hecho ningún experimento, simplemente han cogido diversos estudios anteriores, los han mezclado, y el resultado lo han vuelto a analizar para ver si salía algo diferente a lo que ya había salido anteriormente.
El equipo de científicos informó del resultado: nada concluyente. No se prueba que haya una relación, ni tampoco se descarta que pueda haberla.
Hasta aquí, nada anormal. Sin embargo, leyendo las opiniones de los respetables, y aún más después, leyendo los comentarios que hace el personal anónimo, me quedé maravillado: una multitud, enfadada y temerosa, que EXIGÍA a la OMS o al responsable de este estudio que les dijera si tenían que seguir usando el móvil o no.
Básicamente, tachaban a los autores del estudio de “irresponsables” por haber “sembrado dudas” sobre la seguridad de los móviles, creando una “gran alarma social”, pero sin después explicar al mundo cuantas horas se podían usar los móviles sin peligro, si era peligroso llevarlo en el bolsillo, si había que comprar fundas protectoras, si los niños podían usarlos, etc... Evidentemente esta gente memorizó la parte del resultado que decía “no se descarta que pueda existir una relación entre el uso del móvil y el cáncer”, pero se olvidaron de la que decía justo antes: “no hay pruebas que muestren una relación”.
El director del equipo que hizo el estudio manifestó: "Son los consumidores los que deben tomar la decisión de qué hacer". Esta frase tan educada en realidad quería expresar: “¿Y mí que me contáis? Sabéis lo mismo que yo, así que haced lo que os parezca.”
Por supuesto, esta “aclaración” no hizo más que exacerbar el enfado y los recelos de la gente. La teoría de la conspiración estaba servida: “Saben algo, pero no nos lo quieren decir. Están vendidos a las multinacionales de los móviles, y por eso no nos dicen que no los usemos, pero no nos dicen tampoco que los podemos usar sin peligro para evitarse responsabilidades penales cuando se nos empiece a caer la cabeza a cachos”
Esta situación es bastante curiosa y merece una pequeña reflexión. Por un lado tenemos a un señor que nos dice “estos son los datos, haced lo que creáis más conveniente”, y por el otro, tenemos a muchas personas que no quiere tomar esa decisión por sí mismas, si no que quieren que alguien la tome por ellos.
¿Quién dijo que la libertad no daba miedo? Eso es justo lo que tenemos aquí. Todos queremos tomar decisiones correctas, y nos da pánico equivocarnos. En este caso, si seguimos usando el móvil y después resulta que sí daba cáncer, nos habremos equivocado. Si tiramos el móvil a la basura y después resulta que no pasaba nada, también nos habremos equivocado.
Lo curioso del ser humano en estos casos es que, en vez de reflexionar un poco y tomar la decisión más prudente, busca AUTORIDADES que le digan qué tiene que hacer. Esto tiene un doble objetivo: 1) librarse de la angustia de la decisión, y 2) tener a alguien a quien hacer RESPONSABLE en caso de que la decisión sea errada.
Buscar a alguien que sabe más que tú para que te aconseje no es una mala costumbre. Lo que sí lo es es dejar que te aconseje alguien que sabe lo mismo que tú (o en algunos casos, menos). Por lo visto, en esta sociedad que nos bombardea con recomendaciones, anuncios y propaganda, sí que se nos ha reblandecido un poco el cerebro, pero no por los móviles.
La triste realidad es que nos hemos vuelto cómodos, y también muy manejables. Manejables porque estamos deseando que aparezca ese entendido, esa figura paterna, ese experto, ese político, ese sacerdote, a decirnos que tenemos que comprar, que tenemos que hacer y en que tenemos que creer. Lo hacemos porque es más cómodo, porque todos lo hacen, porque no nos gusta ir contra corriente, y porque queremos tener a alguien a quien quejarnos de que las cosas no nos han ido bien. Y porque no queremos tener la culpa de nada.
No creo que me equivoque si digo que la mayoría de los españoles saben poco o nada de economía. Sin embargo, cuando la economía va mal, tenemos una figura a la que gritar y a la que exigir que todo vuelva a ir bien cuanto antes, tenemos a un RESPONSABLE. Sin embargo, la economía no es tan sencilla: la economía es el conjunto de todas las decisiones económicas que toman todos los individuos del grupo, no sólo de las decisiones que toman “los de arriba”.
Ahora mismo ¿alguien se siente culpable de algo? ¿podríamos haber hecho algo para que ahora no estuviéramos en la situación en la que estamos? Supongo que la respuesta abrumadora es NO. “No, nosotros no hemos hecho nada, han sido los inútiles de arriba los que lo han fastidiado todo”
¿Seguro? Pensémoslo dos veces. ¿Acaso esos “inútiles” no son exactamente los que queríamos? ¿No los votamos para que estuvieran ahí? Y se pueden hacer más preguntas: ¿Compraste productos de tu país? ¿Pediste préstamos? ¿Produciste lo suficiente en tu trabajo? ¿Elegiste un trabajo que genera riqueza para la sociedad? Y un largo etcétera.
Seguro que estas preguntas tendenciosas que os hago están alimentando, no la duda, pero sí un pequeña animadversión por quien os las está haciendo. "¿Qué demonios dice este tipo?" estaréis preguntándoos. "¡Todo el mundo sabe que los culpables de la crisis son los políticos y los banqueros!". Lo siguiente que pensaréis será que vosotros no tuvistes capacidad de DECISIÓN sobre las cuestiones que os planteo: "Voté X porque Y ya llevaba mucho tiempo en el poder y se estaban corrompiendo", "Compré el producto más barato porque no me sobra el dinero", "Pedí un préstamo para el piso porque vivir de alquiler es tirar el dinero", "Yo trabajo todo lo que me dejan", "Suerte tengo de haber encontrado el trabajo en el que estoy", etc.
Lo que tenemos aquí es una interesante paradoja: Creemos que los políticos y los banqueros son quienes tienen capacidad de decisión, mientras que los demás, no la tenemos o tenemos muy poca. Lo cual equivale a decir que si sale todo bien, es gracias a ellos, y si sale todo mal, es por culpa de ellos. Sin embargo, de cara a los resultados, resulta que pesan mucho más las decisiones que toman los millones de inviduos que no forman parte del poder, que las que toman los pocos que sí forman parte de él.
No estoy intentando decir aquí que lo blanco es negro y lo negro es blanco. Individualmente, un persona en el poder tiene más capacidad de influencia que una persona que no está en el poder. Pero, en conjunto, y debido a la desproporción numércia que hay entre un grupo y el otro, la gente que está en el poder tiene MENOS poder del que creemos, y que la gente que no está en el poder tiene MÁS poder del que creemos.
Es tal la necesidad que tenemos los humanos de descargar responsabilidades en otros, que, aunque estos otros lo hagan penosamente mal, preferimos conservarlos antes que tener que empezar a tomar decisiones por nosotros mismos. Les pegamos dos gritos, les hacemos que cambien un par de caras por otro par de caras, y ya se nos ha pasado el enfado.
Admitámoslo: nos gusta que nos arrastre plácidamente la corriente. Preferimos tomar el menor número posible de decisiones en nuestra vida. Preferimos que todo nos vaya viniendo medio impuesto, de manera que no se nos puedan pedir explicaciones por nada que hagamos. El niño adopta la religión que tengan sus padres: No las examina todas y elige la que más le gusta. Eso sería tomar una decisión, y tomar una decisión supone hacerse responsable de ella. Es más fácil asumir que uno tiene que ser lo que los demás esperan de él. Así que este niño NO ELIGE ser cristiano (o musulmán, o lo que sea), sólo ASUME tácitamente que debe serlo.
En nuestra vida, asumimos que tenemos que ir al colegio, luego asumimos que tenemos que ir a la universidad, luego asumimos que tenemos que trabajar, asumimos que el trabajo ha de ser de lo mismo que hemos estudiado, asumimos que mejor cerca de casa. Asumimos que tenemos que salir de fiesta, asumimos que tenemos que conocer a “esa persona especial”, asumimos que tenemos que estar un tiempo de novios y que luego hay que casarse (es lo que toca). Asumimos que tenemos que votar a uno de los partidos mayoritarios para no tirar el voto a la basura. Asumimos que tenemos que ganar dinero, y asumimos que cuando seamos viejos debemos dejar de trabajar. Finalmente, asumimos que en unos pocos años todo habrá acabado.
Nos gusta vivir en la ficción de que no tenemos apenas opciones, para que nadie nos puede recriminar nuestras decisiones. Sin embargo, esas opciones existen, y, a veces, alguna de ellas podría ser mejor que lo que escogemos sin pensar. En realidad, podemos hacer CUALQUIER COSA en CUALQUIER MOMENTO. Aterrador, ¿Verdad?
En este caso que nos ocupa, a muchos les hubiera gustado que el señor les hubiera dicho “tranquilos, podéis seguir con vuestros móviles”. Así, la elección que hay que tomar (seguir usando el móvil o no), ya es una elección “oficial”, es una instrucción que vale para todo el mundo y todo el mundo la seguirá con evidentes signos de alivio. Ya no hay que tomar la angustiosa decisión por nosotros mismos, porque ya hay verdad oficial.
Tomar decisiones es terrible. Pero sólo lo es cuando no estás acostumbrado. Yo os aconsejo que empecéis a practicar con pequeñas cosas: cuando quieras ponerte a dieta, en vez de mirar como siempre cual es la que está de moda ahora, infórmate de las características de varias dietas, y elige la que mejor creas que te va a ir. Cuando el país vaya mal y tus políticos no te den ninguna confianza, esta vez, en vez de votar automáticamente a la oposición, léete los programas políticos y elige al que creas que tiene las mejores soluciones.
Volvamos al móvil. Sabemos que puede que sí, y que puede que no. ¿Qué hacer? ¿Seguimos exigiendo a alguna autoridad sanitaria que se pronuncie? ¿Lo torturamos si es preciso? Esta vez probemos algo nuevo: utilicemos la información que tenemos. Si opto por usar el móvil y resulta ser malo, tenemos un problema grave. Si opto por no usarlo y resulta ser bueno... el problema es MENOS grave.
¿Qué voy a hacer yo? Usarlo poco, que es lo que vengo haciendo desde siempre.