sábado, 9 de julio de 2011

¿De verdad sabes lo que crees que sabes? Parte I

Os presento a continuación el primer artículo de una serie dedicada a promover el pensamiento crítico.

El conocimiento humano se adquiere a través de multitud de formas. Tenemos la ciencia oficial, la fe religiosa, la experiencia propia, el sentido común, la reflexión interna, los consejos de las autoridades, las afirmaciones de nuestras amistades, la cultura, la tradición, etcétera. Lo que sabemos o creemos saber viene de estas fuentes.

Pero no todas las fuentes son equivalentes, ni el grado de certeza que nos dan es el mismo. También es importante saber que ninguna fuente es 100% fiable. La única manera de comprobar la fiabilidad, hasta cierto punto, de una información es comparar diversas fuentes entre sí (comparar la información que nos la experiencia con la reflexión, la que nos da la fe con la ciencia, etc.).

En realidad, haciendo esto, lo que estamos comprobando es la coherencia de la información. Sólo si creemos que vivimos en un mundo coherente, entonces esta coherencia va unida a la fiabilidad de la información comparada. Si creemos que es posible simultáneamente que el mundo se creara hace 6.000 años (fe) y hace 4.540.000.000 años (ciencia) entonces no creemos en la coherencia del mundo y no podemos testar la fiabilidad de ninguna afirmación (y nuestras creencias pueden ser tan arbitrarias y subjetivas como queramos)

Desde aquí voy a dar por supuesto que el lector cree en la coherencia del mundo, porque de lo contrario poco importa lo que pueda argumentar a continuación, para el tema que abordaré o para cualquier otro.


Ejemplo número 1 - La fiabilidad de las huellas digitales

Los conocimientos más peligrosos son los conocimientos que nunca son puestos a prueba.

Si hiciéramos una encuesta preguntando a la gente si cree que el reconocimiento de huellas digitales a la hora de identificar actores causales en un proceso judicial es fiable, posiblemente obtendríamos una respuesta positiva superior al 99%. La pregunta es ¿cómo estamos tan seguros?

Si esta pregunta la incluimos en la propia encuesta, encontraríamos varias respuestas típicas:

1) Todo el mundo lo sabe (argumento ad populum)

2) Es una técnica útil que permite identificar delincuentes que de otra manera serían declarados inocentes (argumento utilitarista)

3) Las autoridades competentes creen que este sistema es fiable (argumento ad verecundiam o argumento de autoridad)

4) Está probado científicamente que no existen dos personas en la tierra que tengan el mismo conjunto de huellas dactilares (argumento inductivo)

El primer argumento es el más fácil de desmontar. La verdad de una afirmación no depende del número de personas que creen en ella.

http://en.wikipedia.org/wiki/Appeal_to_the_majority

El segundo argumento es un ejemplo de argumento dirigido a las consecuencias (ad consequentiam). El razonamiento falaz es el siguiente:

Premisa: Si la técnica de reconocimiento de huellas digitales es fiable, entonces los delincuentes lo tendrán más difícil para eludir las responsabilidades de sus actos.

Premisa: Es deseable que los delincuentes carguen con las responsabilidades de sus actos.

Falsa conclusión: La técnica de reconocimiento de huellas digitales es fiable

http://en.wikipedia.org/wiki/Appeal_to_consequences

El tercer argumento también es fácil de refutar. El que una autoridad (incluso aunque la autoridad tenga los méritos necesarios para que se la reconozca como tal) opine algo, no hace que ese algo sea cierto. Todas las personas (incluso los expertos) se pueden equivocar.

http://en.wikipedia.org/wiki/Argument_from_authority

Estos tres primeros argumentos son casos específicos de Falacias de Irrelevancia, debido a que la premisa no lleva necesariamente a la conclusión (la mayoría puede estar equivocada, el experto puede estar equivocado, una creencia puede ser útil o deseable pero ser falsa)

No es que se trate de argumentos sin valor. Lo tienen, sólo que no son suficientemente convincentes por sí mismos. Contrastados con, por ejemplo, un experimento científico, podrían confirmar que lo que se afirma es cierto. Sólo que si lo es, no es debido a estos tres argumentos, que de por sí nada pueden hacer para decidir si algo es verdadero o falso.

Veamos el argumento más sólido, el cuarto. ¿Es cierto que no hay dos personas en el mundo que compartan las mismas huellas?

Por lo que sabemos, ASÍ ES. Ni siquiera dos gemelos idénticos poseen el mismo patrón de huellas dactilares. No se han encontrado aún dos personas en el mundo que posean las mismas huellas.

Por supuesto, este es un razonamiento INDUCTIVO. Pensamos que la afirmación es cierta porque basta un solo contraejemplo para rebatirla (encontrar 2 personas con las mismas huellas) pero, tras examinar millones de patrones a lo largo de muchos años, no se ha encontrado ese contraejemplo.

Como con todos los razonamientos inductivos, nunca podremos estar seguros al 100% de su veracidad. Pero en este caso que nos ocupa, no podemos pedir un 100% de veracidad. Estamos examinando la fiabilidad de la técnica, y para la fiabilidad no es necesario que sea un 100% fiable, sino sólo lo suficientemente fiable. Nunca podremos estar al 100% seguros de que jamás ocurrirá una coincidencia entre 2 huellas de diferentes personas, pasadas, presentes y futuras, pero podemos estar razonablemente seguros de que, si es que esto llega a pasar alguna vez, no va a ser algo frecuente.

Entonces, ¿hemos demostrado que el análisis dactilográfico es fiable y que por tanto debemos usarlo para enjuiciar presuntos culpables?

Pues no, aún no hemos llegado a ese punto. No basta con demostrar que no existen 2 huellas idénticas, hay que demostrar si los seres humanos encargados de determinar si una huella encontrada en un medio corresponde a determinado sujeto, son capaces de determinar esa correspondencia de una manera fiable.

Resulta que no sólo no hay 2 patrones dactilares idénticos: También sucede que no hay dos caras humanas exactamente iguales, no hay dos pies exactamente iguales, no hay dos marcas de sudor exactamente iguales, no existen dos mosquitos exactamente iguales, y no existen dos piedras exactamente iguales.

No se trata de probar la unicidad de este rasgo: se trata de probar que los expertos son capaces de DISTINGUIR entre estas unicidades.

Acabo de exponer que no existen dos piedras exactamente iguales en el universo. Sin embargo ¿puede un ser humano ser capaz de confundirse entre dos piedras suficientemente parecidas? Yo creo que sí. El ser humano no es infalible, y frecuentemente somos víctimas de la confusión. Podemos confundir de lejos a Paco con Pepe, a un diamante de imitación de uno auténtico, y mi cubata con tu cubata.

De acuerdo: todos las huellas dactilares son únicas. Ahora bien ¿con qué frecuencia los expertos que examinan estas huellas pueden determinar la identidad de las mismas?

¿Cómo podemos saber eso? En realidad es bastante sencillo. Hagamos un experimento científico: propongamos a un grupo de expertos que intenten identificar un conjunto de huellas de las que el experimentador sabe a quien corresponden, y determinemos el porcentaje de aciertos de los expertos.

¿Esto se ha hecho? Sí. ¿Y los resultados? Han sido, en general, bastante decepcionantes.

Veamos uno de esos experimentos: Se entregan a 156 expertos 4 fichas que contienen las huellas dactilares (de los 10 dedos) de 4 “sospechosos”. Estas fichas contienen las huellas tal como se aceptan como identificación normalmente: mediante el entintado del dedo y la impresión de la huella en un papel especial (como en el dni o las fichas policiales). También se entrega a los expertos una muestra de 7 huellas “latentes”, es decir, huellas como las que se recogen en los escenarios de los crímenes mediante las técnicas forenses actuales. Los experimentadores saben a quien corresponden tanto las huellas oficiales como las latentes. Los expertos no. La tarea de los expertos es determinar para cada una de las 7 huellas latentes a qué sospechoso pertenecen, de los 4 posibles que hay. Hay que hacer notar que los expertos saben de antemano que la huella latente pertenece a uno de los 4 posibles sospechosos, lo cual indica que tienen un 25% de probabilidades de acertar por puro azar, y que no se puede dar el caso de que la huella NO pertenezca a uno de esos 4.

El 44% (68) de los 156 expertos acertaron con las 7 huellas latentes. El resto (88) de expertos o bien se equivocaron alguna identificación o no pudieron determinar a quien pertenecían. Se produjeron en total 48 identificaciones falsas. (Zabell, Sandy. "Fingerprint Evidence". Journal of Law and Policy.)

El problema que hay es la percepción del error de esta técnica que tiene la población en general, entre los que hay que incluir policías, jueces y abogados. Casi siempre se admite, de manera acrítica, que no hay ninguna posibilidad de error o que esta posibilidad es muy reducida. Cuando en un juicio sube al estrado un experto diciendo que una huella parcial encontrada en el escenario de un crimen corresponde, bajo su opinión profesional, con las huellas del acusado, el juicio prácticamente ha concluido. Se considera que se ha presentado una prueba irrefutable.

Sin embargo, hay numerosos casos de “falsos positivos” en la historia de la identificación mediante huellas dactilares. Veamos algunos:

El FBI detuvo en 2004 a Brandon Mayfield, un abogado de Oregón (USA), relacionándolo con los atentados en el tren de Madrid de ese año. Sí, me estoy refiriendo a los atentados del 11 de marzo a cuatro trenes de cercanías de Madrid. El motivo fue que sus huellas fueron identificadas, según el FBI de manera “absolutamente incontrovertible” y “100% positiva”. Sin embargo, tras dos semanas de custodia policial, el abogado fue liberado. La Policía Nacional Española había identificado a otra persona diferente a la cual podían pertenecer esas huellas. ("U.S. Will Pay $2 Million to Lawyer Wrongly Jailed - New York Times" (article), by Eric Lichtbau, New York Times, 2006-11-30, webpage: NYT-061130-settle: on Brandon Mayfield mistaken arrest)

Otros casos:

René Ramón Sánchez en 2000 (New York Times; May 31, 2004; Can Prints Lie? Yes, Man Finds To His Dismay. In front of the immigration judge, the tall, muscular man began to weep. No, he had patiently tried to explain, he was not Leo Rosario, a drug dealer and a prime candidate for deportation. He was telling the truth. He was René Ramón Sánchez, an auto-body worker and merengue singer ...)

Shirley McKie en 1997 ("The Fingerprint Inquiry Scotland")

Stephan Cowans también en 1997 (Abel, David (2007-10-26). "Man wrongly convicted in Boston police shooting found dead". The Boston Globe.)

Este último pasó 6 años en la cárcel hasta que una prueba de ADN lo exculpó. Murió 4 años más tarde.

A pesar de todas estas evidencias, la fe en la fiabilidad dactilográfica sigue inconmovible. Cuando se pregunta a un experto sí cree que esta técnica (SU técnica) es fiable, su respuesta sigue siendo que “La ciencia ha demostrado que no existen dos personas en el mundo que posean las mismas huellas dactilares”. Lo cual es cierto, pero NO CONTESTA A LA PREGUNTA.

La cuestión no es si todas las huellas dactilares son diferentes, sino hasta qué punto es fiable la técnica que relaciona una huella encontrada en un escenario del crimen con una serie de huellas almacenadas en una base de datos.

La técnica dactilográfica de identificación es SUBJETIVA. El experto mira las muestras y determina si, EN SU OPINIÓN, existe una correspondencia. Un experto puede llegar a una conclusión diferente de a la que llega otro experto. Sin embargo, nunca se cuestiona el grado de error de ese experto en particular, ni se suelen hacer análisis posteriores por otros expertos que ratifiquen o desmientan su conclusión.

Las pruebas subjetivas están sujetas a los fallos y prejuicios inherentes a cualquier ser humano. En el caso de Brandon Mayfield, da la casualidad de que, pese a ser nacido en Norteamérica, era un musulmán converso casado con una egipcia. Sin duda eso contribuyó en alguna medida al 100% de convencimiento que adujo el FBI en su identificación.

En la práctica, el experto posee una o varias huellas halladas en un escenario, y la policía le presenta un reducido número de sospechosos (a veces, uno sólo) con cuyas huellas ha de comparar su muestra. La buena voluntad del experto y su deseo de que se encarcele al culpable puede minar su objetividad y provocar que se autoconvenza de que la muestra MÁS PARECIDA supone una correspondencia irrefutable. Si además el experto está expuesto a cualquier tipo de información relativa a los sospechosos, sus prejuicios inconscientes pueden determinar su juicio y mermar aún más su objetividad.

No estoy diciendo que esta técnica no sirva para nada. Si tenemos un cuchillo con el que se ha cometido un crimen, y sacamos huellas de él, esa información es importante. Si tenemos dos sospechosos y las huellas de uno son mucho más parecidas a las del cuchillo que las del otro, entonces haremos bien en investigar sobre todo al primero. Pero hay que ir con mucho cuidado y no hacer el salto lógico de decir que, dado que uno de los dos sospechosos tiene unas huellas más parecidas a la muestra que el otro, entonces lo hemos IDENTIFICADO sin posibilidad alguna de error.

Nota final: Este análisis no pretende poner en entredicho la técnica forense, sino promover la reflexión y el debate sobre la misma, dentro del marco general de promoción del pensamiento crítico y el escepticismo sano. Mi objetivo es tomar creencias “altamente aceptadas” y ponerlas a prueba, haciendo de abogado del diablo cuando sea necesario.

Quien quiera un análisis en mayor profundidad sobre el tema, le remito a la siguiente dirección (en inglés, of course): https://webfiles.uci.edu/scole/lapo_219.pdf

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